1 de diciembre de 2011

¿Y tú quién eres?

Hola, seguramente me encontraste por Facebook o por Twitter. Tal vez visitar mi página no te da un gran destello de mí, o incluso este blog se te haga apenas un fragmento que te pueda decir algo sobre quién soy.

Me llamo Andrea, y desde que me acuerdo me gusta escribir. Armaba guiones y hacía historietas, pero un día mi madre las tiro todas a la basura argumentando que eso no me serviría para nada. Con mi primer corazón roto vino mi primer poema, por ahí del 99.

Pasé muchos, muchos años, tratando de descifrar qué hacer con mi vida, hasta que por recomendaciones de profesores de la universidad, amigos cercanos, y completos desconocidos he caído en las letras. Aunque me pagan por escribir, aún no me pagan por escribir lo que yo quiera. Por eso a veces este blog está abandonado o solamente posteo escritos muy breves.

Fahrenheit 451

"Tengo diecisiete años y estoy loca. Mi tío dice que ambas cosas van siempre juntas. Cuando la gente te pregunte la edad, dice, contesta siempre: diecisiete años y loca." - Clarisse

16 de noviembre de 2011

El flechazo

Se conocieron en un taxi. Ella trabajaba en Polanco, y él era taxista de sitio en la zona. Era un Jetta negro, con quemacocos, del año. Después de varios minutos arriba de la unidad, la chica estiró las piernas en señal de alivio y él miró discretamente.

-¿Hay mucho tráfico?- preguntó ella.

Ella nunca hablaba con los taxistas, pero notó esa mirada, y la puso nerviosa.

-Ah…sí, no tienes una idea.

Él tenía la piel bronceada, el cabello chino y corto, traía una camisa polo blanca, y tenía ojos redondos y negros. Se podría decir que era apuesto. Un “taxista guapo” como ella lo llamaría.

-Es que es 15 de septiembre, ¿qué me esperaba, no?

-Sí, jajá.

24 de octubre de 2011

El último momento

En aquel último momento, Dalia sostenía su muñeca de la infancia en la mano. Recordó los dulces domingos en la feria, los algodones de azúcar, los helados dobles, el carrusel, la casa de los espejos, las risas de su hermana, la mirada de sus padres. La fiesta de cuando cumplió siete años en la cual le obsequiaron un pony. 

19 de octubre de 2011

Crónicas del fin del mundo: Itzel

Aarón e Itzel salieron hacia el frío viento del invierno. Era un día nublado y gris, y de puro milagro no había llovido. Dentro del salón de fiestas, estaba toda la familia de ella, celebrando por sus quince años. Itzel era una muchacha alta, con el cabello negro, largo y rizado. Su vestido se abrazaba a su cuerpo como un guante y caía con gracia hasta tocar el suelo de terracería del rancho. Aarón era novio de Itzel desde hacía un mes, cuando la conoció en un puesto de tortas que él atendía, pero existía un detalle: había diecinueve años de diferencia entre ellos, lo que quería decir que mientras Itzel aprendía a caminar, Aarón experimentaba con mujeres, y ya había tenido su primera borrachera. Aún así, la edad, no era ningún problema para ellos.


-Te ves bien bonita- le dijo mientras le daba una flor.

-Gracias, no debiste haber venido.- le contestó tímidamente la chica.

-¿Por qué no? Quería verte. Definitivamente tienes que guardar este vestido, quiero frotarte las costillas mientras lo traes puesto y después tocar tu…

27 de septiembre de 2011

Crónicas del fin del mundo: La espera.

El día que me morí era un día como cualquier otro. La alarma ruidosa del reloj color rojo sobre la mesita me despertó, como todos los días. El dulce olor de los hot cakes me llamaba a la mesa, pero me tenía que ir. Un cálido beso de mi madre fue el último que recibí, aunque en ese momento, yo no lo sabía. El momento me pasó de largo, y corrí a la escuela.

Vi a la chica que me gustaba, platicamos un poco sobre la catastrófica fecha, no solo porque era el fin del mundo sino porque había examen final. Yo, la verdad no creía mucho en eso del fin del mundo, pero donde me encuentro ahora todo es frío y lúgubre por eso pienso que el mundo no terminó. Al menos, tendría compañía, creo yo.


13 de septiembre de 2011

Crónicas del fin del mundo: Heriberto Pt.1

Heriberto Martínez y Martínez, era el heredero de la familia Martínez y Martínez de España. A sus veintidós había comenzado en la firma de abogados de su padre, y hoy diez años después era uno de los abogados más importantes en toda la Ciudad de México. Sus abuelos eran dueños de una compañía de jamones ibéricos, así que cuando supieron que su nieto por fin contraería nupcias enviaron una paleta a todos los conocidos y amigos de la familia a manera de celebración.

La afortunada era Patricia Domínguez, cuyos padres eran dueños de Paladini, otra compañía española de embutidos. El padre de Patricia y el padre de Heriberto habían sido buenos amigos hasta que la vida los separó cuando Martínez tuvo que irse a vivir a México para continuar con la expansión de la compañía. Para que la amistad no se terminara, lo sellaron con un trato: Su hijo y su hija se casarían, perpetuando la amistad y simbolizando una alianza entre dos gigantes comerciales. Heriberto y Patricia de apenas 7 y 5 años de edad en ese entonces, no entendieron bien lo que sucedía cuando sus madres les dijeron "dénse un besito".


4 de septiembre de 2011

Crónicas del fin del mundo: Andrés

Carta escrita por Laura Hernández para su ex-novio Andrés, el 20 de diciembre de 2012 cuando se enteró que él se había casado.
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Querido Andrés:

Me he enterado hace algunos días, de que te casaste. Eso, ha causado un dolor tan tremebundo en mí, que sentí que me moría un poquito mientras veía tus fotos en Facebook. Yo creí que eso no había sucedido aún, porque no has perdido esa manía tan tuya de ponerte "soltero" en todas las cosas y redes donde te inscribes.

Debo decírtelo: no te vi feliz en tus fotos, ni siquiera un poquito de lo feliz que fuiste conmigo. Ese traje gris acartonado combinado con rojo se veía más que fatal. Pero, ¿qué te puedo decir yo, si la novia era la más horrible de todas? De seguro estaba embarazada, se le salían todas las lonjas del vestido, y esa sonrisa de dientes chuecos delataba algo más que "felicidad". Por el contrario, tu madre y tus hermanas se veían radiantes como siempre. De seguro tu mamá salió tan pensativa en las fotos porque se preguntaba internamente cómo hubieran sido las cosas si te hubieras casado conmigo , estaba muy feliz.


14 de agosto de 2011

Crónicas del fin del mundo: Martha

¡No me toques con las manos sucias!-le dijo ella con un tono de asco en la voz.

Alberto se apartó-pero si ya me lavé las manos mujer- le dijo con fastidio.

Él se levantó y se tiró a dormir en el piso, mientras que la mujer se lavaba de nuevo las manos.-Martha, ya te habías lavado. ¿Ahora qué haces? ¡Regresa a la cama! Ya no me voy a dormir contigo -dijo, tratando de convencerla.

Esa fue la última vez que Beto trató de tener sexo con su mujer. Desde la boda, muchas cosas habían cambiado. Antes su esposa era una mujer más feliz. Su belleza y su manera de ser, combinadas, -la convertían en un ángel-, palabras de la mamá de Beto. Martha era rubia, el cabello le caía debajo de los hombros, y tenía una sonrisa que iba perfecto con los almendrados ojos azules. Beto siempre se sintió orgulloso de poder tener a una mujer así.

Ahora todo era diferente. Ella solamente pensaba en la limpieza, y hacía todo lo posible por que su casa no se ensuciara. Usaba ropa de tercipelo para poder frotarse contra las paredes y quitarles el polvo, sus nuevos zapatos eran dos pedazos de tela que servían para lustrar el piso, y su arma de elección era el aerosol antibacterial. Diario, cuando Beto llegaba del trabajo, Martha lo obligaba a lavarse las manos, e incluso muchas veces ella misma lo hacía para asegurarse de que quedara bien limpio. En dos ocasiones ella le había sangrado los nudillos de tanto tallarlo.

Beto estaba cansado, sentado en la barra de un antro, pensando qué podría hacer al respecto. Amaba a Martha pero, quién sabe si había forma de regresarla a la normalidad. Mientras estaba absorto en sus pensamientos, una chica se le acercó. -¿No me invitas un trago?-le dijo una morena de fuego con una sonrisa pícara en el rostro.-Claro, ¿que quieres?-le contestó, tranquilo.

Pasaron las horas. Beto le contó la historia de su esposa loca, y por primera vez sintió que alguien lo comprendía. -Ya sé, mi mamá también estaba loca por la limpieza, hasta nos rociaba insecticida en la cabeza...-Un anuncio los distrajo. En Eslovenia había disturbios porque mañana se iba a acabar el mundo. La gente estaba vendiendo sus propiedades y asaltando tiendas de conveniencia.

-¡Ah! El fin del mundo, otra mentira de nuestro sistema...¿cuántas veces se ha terminado?- dijo ella. Él sonrió.
-No sé, ya van muchas- contestó tímidamente.
-Oye, y si tu esposa está loca, y el mundo se acaba mañana, ¿No te gustaría hacer algo realmente sucio?- le propuso pícaramente.

Pagaron las bebidas y se fueron. Antes de ir al hotel pasaron a un mini súper y compraron miel, chocolate líquido, y crema batida. Llegaron al hotel. Corrieron a la habitación. Ella lo hizo pasar la mejor noche de su vida, pero mientras se le subía encima para embarrar su pecho de chocolate, la rodilla de la mujer apretó la bolsa del pantalón, el celular se marcó al número de su casa y su esposa contestó.

Martha escuchó todo y por más que gritaba nadie le respondía del otro lado. Después de que Beto terminó de lamer la crema batida del cuerpo de su amiga, botó el teléfono. Llorando como histérica, decidió lavar el baño. Abrió la llave del agua caliente, y fue a la bodega por una botella de ácido muriático. Se encerró en el baño junto con dos cepillos, una fibra, y una esponja. Pensó que tal vez si su esposo llegaba a encontrar el baño perfectamente limpio, la volvería a querer. Llenó una cubeta con agua caliente y agregó media botella de ácido. Mientras tallaba el piso se dio cuenta de que sus uñas estaban sucias. Tomó el cepillo con el ácido y se talló, después la cara, los pies, y las piernas. Apenas tuvo que pasar una hora para que la mujer muriera ahogada por los gases del ácido.

Cuando Beto llegó a casa, encontró a la mujer tirada en el piso con la botella de la calaca impresa en la mano. Llamó a urgencias, pero era demasiado tarde. La mujer fue enterrada al siguiente día. Beto se casó con la morena de fuego una semana después, y nunca extraña a Martha por las noches.

24 de junio de 2011

Crónicas del fin del mundo: Mariela

El 20 de diciembre de 2012, cae una tormenta terrible sobre la Ciudad de México. El Anillo Periférico está inundado y el Circuito Bicentenario cerrado, ya que en sus pasos a desnivel el agua alcanza el metro y medio. Nadie se explica qué pasa. Mariela mira esto por el televisor. Está acostada boca abajo en su cama, asustada. Tiene las cortinas de su habitación cerradas y una maleta con pilas, linterna, y latas de atún. Suena el teléfono y contesta al primer timbrazo.

-Hola, habla Luis.- le dicen del otro lado.

-Luis, imbécil, me asustaste. ¿Qué quieres?- le dice enojada.

Luis es su mejor amigo de la secundaria. Se conocieron en 2010 cuando entraron a segundo año, y ahora en tercero, son inseparables. Mariela se ha convertido en la razón de que Luis se levante todas las mañanas. Le encanta mirarle el escote, y verla los días de educación física porque usa shorts.

-¿Sabías que mañana se acaba el mundo?-le dice con miedo en la voz.

-Sí, por eso te llamaba.

-¿Me hablaste porque mañana se acaba el mundo? Eso todo mundo lo sabe, tonto.

-¿Están tus papás?

-No. ¿Por qué?- le contesta con desconfianza.

-Mira Mariela, el mundo se está yendo a la chingada. La prueba es esta misma lluvia. ¿Cuándo ha llovido así tres días antes de navidad? Yo sé que mañana se acaba el mundo, y no me quiero morir virgen ¿Tu sí?

Mariela guarda silencio al teléfono. Abre los ojos grandes y se mira al espejo.

-¡Qué gran imbécil Luis! No se acaba nada mañana, es más, yo no creo nada, ni compré víveres, y mis papás tampoco.

-Mariela, te dan miedo hasta los temblores de 4.5, mis huevos si no tienes tu plan de acción, hasta has de tener pilas y todo eso. Mira, déjame ir a tu casa, ni siquiera hay luz en la mía, y ya platicamos.

-Ay Luis, crees que nací ayer. Pero ven, al menos estamos acompañados, y cuidado al cruzar la avenida, en la mañana vi que estaba inundadísima.

Mariela cuelga el teléfono y corre a ponerse una tanga de su mamá. Sale del baño caminando extraño y trata de acomodársela. Suelta su cabello para cepillarlo. Mariela es castaña, de ojos cafés y grandes, piel blanca como leche, y labios delgados. Se delínea los ojos, y se pone un poco de brillo en los labios. Suena el timbre.

-¿Pensaste lo que hablamos? – le dice Luis apenas abre la puerta.

-¿Tu qué crees imbécil?- le dice con una sonrisa en la cara.

Acto seguido se besan con desesperación. Ella lo separa por un momento.

-¿Trajiste protección?- le dice apurada.

-Ay Mariela, ¿Qué te dije? El mundo se esta yendo a la chingada, mañana ya nos fuimos.

La toma con fuerza cerca de su cuerpo. Se besan y pasan toda la tarde descubriendo lo que no sabían hasta ahora. Después de dejar ropa por toda la casa, experimentar todo lo que pueden por el bajo e inexperto desempeño de Luis, éste se despierta. Mariela está a su lado desnuda, y observa cada curva como si fuera la última vez .

-Mariela, Mariela, ¿A qué hora llegan tus papás?- le dice.

-Ay no sé, tonto. Déjame dormir.

-Mariela, son las ocho de la noche, ¿A qué hora llegan?

Mariela da un salto de la cama. Entre gritos corre a Luis. Corre a vestirse y a levantar la casa. Tiende la cama de sus papás y recoge la tanga robada. Cuando sus papás llegan ella está en su cama, y su mamá le pregunta,- ¿Y esos pintados Mariela?- Ella argumenta que se aburrió con la lluvia y entonces trató de pintarse pero no le salió. Su mamá le cree, y le da las buenas noches. Mariela sigue las noticias toda la madrugada y no puede dormir. Piensa que por lo menos no va a morir virgen. Se queda dormida viendo un programa sobre profecías que nunca se cumplieron.

El 21 de diciembre de 2012, el mundo no se acaba. El día transcurre normal, llueve un poco por la tarde y la gente se vuelve loca. Cuando el reloj marca las 00:00 del 22 de diciembre todo mundo se relaja, y se burlan tal como se burlaron del viejito que decía que Jesús iba a venir el 21 de mayo de 2010. Mariela se da cuenta tres semanas después de que está embarazada. Nueve meses después tiene una hija a la que llama Luisa. Su amigo desaparece, sus papás la sacan de la escuela y la ponen a trabajar. Mariela se acuerda de las palabras de Luis, “el mundo se está yendo a la chingada”, pero cree que la única que se está yendo a la chingada, es ella.


prohibida su reproducción parcial o total sin autorización por escrito de la autora de este espacio.

22 de mayo de 2011

El enano

Era un humano amorfo. Enano lo llamaría yo. Ya sé, la discriminación no es buena, pero su tamaño es absurdo. Por las noches llora como los perrillos, y por las mañanas duerme plácidamente hasta que despierta para ser alimentado por Ella. Después, toma un poquito de fuerza, y vuelve al llanto fulminante, que hace estallar mi cabeza. No lo soporto.

Han pasado algunos meses. El enano sigue así, aunque debo admitir que ha crecido un poquito, ya puede caminar bien y sin caerse hacia atrás como acostumbraba. Hasta le he comenzado a tomar cariño. Ya no llora como antes, y ha comenzado a articular sus primeras palabras. Debo admitir que todavía no me cae del todo bien, considerando que le roba bastante tiempo a Ella.

Meses han corrido. El enano va a la escuela, y le han hecho burla de su mala caligrafía, no sabe juntar letras para formar palabras y sus cuadernos están llenos de mugre y lágrimas. Me acerco, y el enano está llorando encima de la libreta, que tiene la página llena de rayones de color azul.

-¿Qué pasa enano?- le pregunto.
-Me hacen burla porque no puedo escribir- dice con lágrimas en las mejillas.

Le explico que escribir es muy fácil. Lo animo con lo único que lo motiva: escribirle una carta de amor a Ella. Entonces, tomo la mano del enano, el crayón rojo, y lo guío, una recta, una curva, un círculo. Repetimos el ciclo hasta completar la frase.

De pronto me siento orgulloso, el enano termina la palabra, y al lado le pone un corazón. En cuanto Ella entra a la habitación, lee con lágrimas en los ojos lo que mi hermano ha escrito por primera vez: “Te amo mamá”.

19 de febrero de 2011

Alicia y Greta

Greta conoció a Alicia el día que su novio la había dejado. Era un martes triste, de esos en los que te cuesta trabajo levantarte de la cama y el cielo nublado parece un mal presagio. Mientras Greta tomaba una taza de café en una cafetería del barrio, Alicia llegó a sentarse junto a ella. Le llamó la atención el título que la menudita mujer leía, “Mujeres cabronas: como ser más fuerte, sexy e independiente”.

-Creo que hoy me siento débil, gorda y muy dependiente- comentó Greta.
-¿Perdón?-le dijo Alicia.
-Lo siento. Mi novio me dejó hoy. Me siento perdida y el título de tu libro, bueno, nunca me han servido esa clase de libros.
-¡Ya sé! Ni a mí, pero digo, te levantan el ánimo un rato ¿no?-le contestó sonriente.
-Sí, tienes razón. Nunca hago esto con la gente que acabo de conocer, pero ¿Qué tal si vamos por unos tragos? Yo invito- dijo Greta.
-Suena bien, así nos olvidaremos de todos los asquerosos hombres por un rato- comentó Alicia.

Las dos mujeres tomaron sus bolsos y salieron de ahí. Greta miraba a Alicia, no podía creer que acababa de invitar a una mujer a salir. Esperaba que ella no lo tomara a mal.
Alicia era una mujer más bella que Greta. Era como el título de su libro. Tenía el cabello rubio y los ojos verdes, era poseedora de una silueta envidiable y una sonrisa cautivadora. Eso la había llevado a ser la más popular en su preparatoria, a haber terminado más de ocho relaciones, y a tener exactamente treinta y seis encuentros casuales teniendo apenas veinticuatro años de existir. Greta tenía lo suyo, pero era una muchacha tímida con el cabello teñido de rojo, con pecas en el rostro y unos ojos grandes y cafés. Estaba ligeramente pasada de peso y el novio por el que tanto sufría era el único que le ha hecho caso a sus treinta y tres. Sin embargo, no se miraba de esa edad, sino de unos veintisiete. Al menos eso fue lo que le dijo Alicia cuando se subió a su auto. Las dos nuevas amigas se fueron a meter a un pub, donde pronto se encontraban tomando su quinto litro de cerveza, una cantidad enorme para unas mujercitas apenas de un metro y medio por parte de Alicia, y el uno punto setenta de parte de Greta.

-Me gusta tu cabello rojo- dijo Alicia riendo mientras lo acariciaba.
-Gracias- le contestó Greta- ¿Eres rubia natural?-
-¡Sí! Bueno sí y no- dijo coqueta y sonriente- ya sabes me hago rayitos más oscuros, y más güeritos para que se vea así.
-¡Me encanta!- dijo Greta- ¡Se ve precioso!
-¿Sabes que me encanta más?-dijo la rubia-¡Esta canción!

Mientras bailaban al ritmo de “mueve la batidora mami” Alicia le brincó encima a Greta y la besó.

Los siguientes meses fueron pura miel. Greta estaba contenta de que ya no tendría que buscar hombres -ya que nunca tuvo éxito en ello- y pensaba que era genial tener a Alicia como compañera, alguien que la entendía, a quien podía confiarle todos sus secretos sin ser juzgada. Después de pasar juntas las fiestas de fin de año, Greta le pidó a Alicia que vivieran juntas. Ella aceptó. Y ahí fue cuando comenzaron sus problemas.



Como redactora de noticias de una radiodifusora muy importante, Greta comenzó a tener turnos en la madrugada lo cual hacía enojar a Alicia. Discutían a gritos en las mañanas y Alicia insistía en revisarla para ver si no había estado con algún hombre a lo que Greta se negaba rotundamente. Esto ocasionaba las rabietas de Alicia, y era así como la diminuta rubia, comenzó a salir durante las noches que Greta trabajaba. Todo se complicaba cuando las dos tenían el periodo, lloraban, se gritaban, y para la hora de la cena volvían a hacer las paces entre lágrimas. Pasaron algunos meses, y comenzaron a pelear porque Greta, después de casi un año, había adelgazado y ahora usaba la reveladora ropa de Alicia. Greta lucía bien, pero lo que hacía enojar a Alicia era que muchas veces tomara sus cosas sin pedirlas prestadas incluído su maquillaje y hasta su ropa interior. Greta decidió que era hora de actuar, y se llevó a Alicia a la playa. Después de un relajante fin de semana todo parecía estar regresando a la normalidad, tomaban un par de clamatos y lo único que rompía el silencio eran las olas del mar.

-Greti- le dijo Alicia – Tengo que decirte algo muy importante.
-¿Qué pasa pequeña?- le respondío ella.
-Estoy embarazada- dijo la rubia sin rodeos. Greta no lo podía creer, era como si le hubieran tirado un balde de agua fría encima.
-¿¡Qué dices!? ¿Qué me estás diciendo? ¡Eres una cualquiera! ¡Sabía que no te ibas a resistir! – le decía Greta mientras aventaba cosas dentro de la habitación.
-¡Es tuyo Greti! ¡Es nuestro hijo!- dijo Alicia.
-¿Mi hijo? ¿De verdad me crees tan imbécil? ¡No lo puedo creer Alicia! ¡Después de todo! – reclamaba Greta.
Tocaron a la puerta.
-Seguridad. ¿Todo bien?- ¡Sí! ¡Estamos bien, gracias!- gritó la pelirroja.
Bajó su tono un poco – Desde que te conocí sabía que eras ese tipo de chica, sólo no lo quize aceptar- continuó- ¡Creí que esto era real, pero ya vi que no! Mañana mismo te quiero fuera de la casa. ¿Me entiendes?
-Greti, es tu hijo, te lo juro. Si quieres vamos a hacer pruebas de ADN cuando nazca. Aparte, ¿A dónde más voy a ir? Desde que ando contigo mis papás no me hablan, y todavía ni acabo de estudiar – la güera se sentó a llorar. Greta se conmovió.
-Mira, no te preocupes ¿Sí? Si dices que es mío te creo. Vamos a salir a adelante. Ya verás.

Los siguientes nueve meses fueron un suplicio para Greta. No podía creer que Alicia la engañara diciéndole que el hijo era suyo. Cada día que pasaba era consolar los llantos de Alicia, conseguirle los antojos, y convercerla de que no se veía gorda. Cuando por fin después de casi cuarenta semanas le comenzaron las contracciones a Alicia, la pelirroja no podía estar más feliz. La llevó al hospital, y después de cuarenta y seis horas en labor de parto, el pequeño bebé nació. Greta besó la frente del bebé y de Alicia, salió del quirófano, y caminó hacia su auto convencida de no volver jamás.

Nunca volvió a salir con chicas. Se casó con un hombre feo y panzón pero con mucho dinero, y no tuvo hijos.

7 de enero de 2011

El anhelo

Estaban en un cuarto de hotel viejo, las paredes parecían raspadas por el eterno uso, las sábanas estaban sucias, y la colcha estaba polvosa. El jacuzzi del baño tenía una fina película blancuzca de tanto uso. En el lavamanos reposaba una bolsa de hielo y sobre ésta un bote de crema batida casi vacío. En el centro de la habitación una mesa, y sobre ésta un florero viejo y verduzco que había sido testigo de cientos de amantes. En la cama, dos amantes a punto de abandonar la habitación.

Ella se levantó y comenzó a ponerse la ropa.

-Te ves hermosa- le dijo Samuel con un tono tierno en la voz.
-Gracias- le dijo Roberta, más tímida que halagada. -Amor, me estaba preguntando, ¿Cuándo es que conoceré a tus padres?- le dijo un poco nerviosa.
-Tú sí que sabes hacer bromas.- dijo Samuel en un tono sarcástico mientras se ponía los pantalones.
-¿O sea que nunca?- dijo molesta.
-A lo mejor cuando me agarres muy borracho y me obligues a que te lleve con ellos, sin que eso pase no veo otra manera- respondió él haciendo burla.

Roberta se metió al baño. Lágrimas amargas rodaban por sus mejillas. Esta escena se le había repetido ya unas veinte veces con novios distintos. Ella no entendía porque le sucedía esto, si les daba sus mejores movimientos en la cama, y apenas se conocían les regalaba felaciones monumentales. Ni en las películas tres equis hacían lo que Roberta sabía hacer. De puro coraje, y recordando a sus viejos amores salió del baño, aventó el antiguo florero al suelo rompiéndolo, y terminó la relación. Alcanzó a escuchar las risas de Samuel mientras esperaba el elevador.

Una vez más, el pez gordo se le escapaba a Roberta. Le dolía más haber perdido aquellas salidas a Polanco los fines de semana, y las idas a Houston que al mismo Samuel. Caminó con tristeza hacia la parada del camión, y veía feo a todas las personas que venían en él, incluso hizo arqueadas un par de veces. Roberta Solís, se rehusaba a ser pobre, es por eso que no descansaría hasta dar con "El Hombre" que por fin la sacaría de tanta miseria. Al menos Samuel ya le había regalado visa y pasaporte. Esteban, otro de sus novios, la había llevado a conocer Cancún, porque ella nunca había visto el mar. Rodrigo le había regalado un reloj de oro, y Toño su bolso de diseñador. Sin embargo, ninguno le había regalado la tan anhelada argolla que representaría manutención para toda la vida, y su luna de miel en París.

Roberta estaba en su viejo departamento, el tapiz descolorido y roto en las paredes, un sillón con un resorte salido, una mesa de plástico y una lámpara sin foco enmarcaban el enorme afiche de la ciudad de París. Visitar esta ciudad era el gran anhelo de Roberta, y pensaba que juntándose con las personas indicadas, lograría llegar.

-¿Ya te botaron Roberta?- le dijo Magda, la chismosa del siete, al siguiente día, mientras lavaban la ropa.
-¡Qué te importa! ¡Vieja chismosa!- rugió Roberta.
-Ha de ser que siempre les das el "tesorito" muchacha.- le dijo en actitud burlona - ¿Te digo algo? El Juan se casó conmigo porque no le di nunca - sonrió pícara- Es más, le dije, si no nos casamos, nunca vas a probar lo que es estar con Magda del Rincón. Pero ahí tú sabes -se dio la media vuelta.
-Gracias, pero no necesito los consejos de una vieja chismosa- replicó la muchacha en ira.

Tres meses más tarde, Roberta conoció a Manuel, hijo de una familia pudiente, que iba y venía a París varias veces al año, él era inversionista, trabajaba para una transnacional, y tenía treinta y dos años. El partido perfecto para cualquier mujer. Después de dos citas con él, Roberta lo invitó a cenar y después de la comida, se repitió lo que hacía con todos, las grandes movidas, las felaciones, la lencería atrevida. Después de la acción, Manuel estaba sorprendido y agotado.

-¿Haces esto con todos los hombres que acabas de conocer?- dijo Manuel.

Ella se quedó atónita. No supo que responder. Lo abrazo y comenzó a llorar. Manuel la abrazó con desconcierto.

-No quise ofenderte- le decía mientras le acariciaba el cabello.


La relación siguió por meses. Manuel siempre se sintió culpable por ese incidente, así que llenaba a Roberta de regalos y atenciones. Bolsos, zapatos, y ropa de diseñador llenaban el clóset de ella. Era muy feliz. Tenía todo lo que estaba de moda, iba a los mejores lugares, y ya había conocido Nueva York y las Vegas. Estando en las Vegas se enteró de que Manuel tendría que ir a París dentro de poco, así que lo más probable era que su sueño se concretaría al fin.

-No sabes mamá, es cómo siempre lo soñé- decía Roberta al teléfono- No sólo Manuel se la pasa ocupado todo el tiempo lo que me deja tiempo libre para hacer lo que yo quiera, sino que es como mi propia cuenta del banco- suspiró- ¡Y ahora me llevará a París!

La inocente Roberta no sabía que Manuel la escuchaba detrás de la puerta. Así que Manuel le hizo creer que la llevaría a París, y terminó la relación tres días antes de que partieran hacia la ciudad del amor.

Roberta tenía treinta y cinco años cuando regresó a la soltería. Manuel fue el último "niño rico" con quien pudo establecer una relación. Dicen que intentó regresar con él por dos años, hasta que él se casó. Las malas lenguas dicen que después de este incidente Roberta se deprimió tanto, que casi termina con su vida. Lo cierto es que conoció a un buen hombre llamado Pedro, cuando ella tenía cuarenta años. Él era obrero, y cuidó de ella toda su vida, le remodeló el departamento, y la hizo muy feliz. Sin embargo, Roberta siempre guardó amargura en su corazón, ya que nunca pudo tener hijos, pero principalmente porque nunca pudo conocer París.