22 de mayo de 2011

El enano

Era un humano amorfo. Enano lo llamaría yo. Ya sé, la discriminación no es buena, pero su tamaño es absurdo. Por las noches llora como los perrillos, y por las mañanas duerme plácidamente hasta que despierta para ser alimentado por Ella. Después, toma un poquito de fuerza, y vuelve al llanto fulminante, que hace estallar mi cabeza. No lo soporto.

Han pasado algunos meses. El enano sigue así, aunque debo admitir que ha crecido un poquito, ya puede caminar bien y sin caerse hacia atrás como acostumbraba. Hasta le he comenzado a tomar cariño. Ya no llora como antes, y ha comenzado a articular sus primeras palabras. Debo admitir que todavía no me cae del todo bien, considerando que le roba bastante tiempo a Ella.

Meses han corrido. El enano va a la escuela, y le han hecho burla de su mala caligrafía, no sabe juntar letras para formar palabras y sus cuadernos están llenos de mugre y lágrimas. Me acerco, y el enano está llorando encima de la libreta, que tiene la página llena de rayones de color azul.

-¿Qué pasa enano?- le pregunto.
-Me hacen burla porque no puedo escribir- dice con lágrimas en las mejillas.

Le explico que escribir es muy fácil. Lo animo con lo único que lo motiva: escribirle una carta de amor a Ella. Entonces, tomo la mano del enano, el crayón rojo, y lo guío, una recta, una curva, un círculo. Repetimos el ciclo hasta completar la frase.

De pronto me siento orgulloso, el enano termina la palabra, y al lado le pone un corazón. En cuanto Ella entra a la habitación, lee con lágrimas en los ojos lo que mi hermano ha escrito por primera vez: “Te amo mamá”.