24 de junio de 2011

Crónicas del fin del mundo: Mariela

El 20 de diciembre de 2012, cae una tormenta terrible sobre la Ciudad de México. El Anillo Periférico está inundado y el Circuito Bicentenario cerrado, ya que en sus pasos a desnivel el agua alcanza el metro y medio. Nadie se explica qué pasa. Mariela mira esto por el televisor. Está acostada boca abajo en su cama, asustada. Tiene las cortinas de su habitación cerradas y una maleta con pilas, linterna, y latas de atún. Suena el teléfono y contesta al primer timbrazo.

-Hola, habla Luis.- le dicen del otro lado.

-Luis, imbécil, me asustaste. ¿Qué quieres?- le dice enojada.

Luis es su mejor amigo de la secundaria. Se conocieron en 2010 cuando entraron a segundo año, y ahora en tercero, son inseparables. Mariela se ha convertido en la razón de que Luis se levante todas las mañanas. Le encanta mirarle el escote, y verla los días de educación física porque usa shorts.

-¿Sabías que mañana se acaba el mundo?-le dice con miedo en la voz.

-Sí, por eso te llamaba.

-¿Me hablaste porque mañana se acaba el mundo? Eso todo mundo lo sabe, tonto.

-¿Están tus papás?

-No. ¿Por qué?- le contesta con desconfianza.

-Mira Mariela, el mundo se está yendo a la chingada. La prueba es esta misma lluvia. ¿Cuándo ha llovido así tres días antes de navidad? Yo sé que mañana se acaba el mundo, y no me quiero morir virgen ¿Tu sí?

Mariela guarda silencio al teléfono. Abre los ojos grandes y se mira al espejo.

-¡Qué gran imbécil Luis! No se acaba nada mañana, es más, yo no creo nada, ni compré víveres, y mis papás tampoco.

-Mariela, te dan miedo hasta los temblores de 4.5, mis huevos si no tienes tu plan de acción, hasta has de tener pilas y todo eso. Mira, déjame ir a tu casa, ni siquiera hay luz en la mía, y ya platicamos.

-Ay Luis, crees que nací ayer. Pero ven, al menos estamos acompañados, y cuidado al cruzar la avenida, en la mañana vi que estaba inundadísima.

Mariela cuelga el teléfono y corre a ponerse una tanga de su mamá. Sale del baño caminando extraño y trata de acomodársela. Suelta su cabello para cepillarlo. Mariela es castaña, de ojos cafés y grandes, piel blanca como leche, y labios delgados. Se delínea los ojos, y se pone un poco de brillo en los labios. Suena el timbre.

-¿Pensaste lo que hablamos? – le dice Luis apenas abre la puerta.

-¿Tu qué crees imbécil?- le dice con una sonrisa en la cara.

Acto seguido se besan con desesperación. Ella lo separa por un momento.

-¿Trajiste protección?- le dice apurada.

-Ay Mariela, ¿Qué te dije? El mundo se esta yendo a la chingada, mañana ya nos fuimos.

La toma con fuerza cerca de su cuerpo. Se besan y pasan toda la tarde descubriendo lo que no sabían hasta ahora. Después de dejar ropa por toda la casa, experimentar todo lo que pueden por el bajo e inexperto desempeño de Luis, éste se despierta. Mariela está a su lado desnuda, y observa cada curva como si fuera la última vez .

-Mariela, Mariela, ¿A qué hora llegan tus papás?- le dice.

-Ay no sé, tonto. Déjame dormir.

-Mariela, son las ocho de la noche, ¿A qué hora llegan?

Mariela da un salto de la cama. Entre gritos corre a Luis. Corre a vestirse y a levantar la casa. Tiende la cama de sus papás y recoge la tanga robada. Cuando sus papás llegan ella está en su cama, y su mamá le pregunta,- ¿Y esos pintados Mariela?- Ella argumenta que se aburrió con la lluvia y entonces trató de pintarse pero no le salió. Su mamá le cree, y le da las buenas noches. Mariela sigue las noticias toda la madrugada y no puede dormir. Piensa que por lo menos no va a morir virgen. Se queda dormida viendo un programa sobre profecías que nunca se cumplieron.

El 21 de diciembre de 2012, el mundo no se acaba. El día transcurre normal, llueve un poco por la tarde y la gente se vuelve loca. Cuando el reloj marca las 00:00 del 22 de diciembre todo mundo se relaja, y se burlan tal como se burlaron del viejito que decía que Jesús iba a venir el 21 de mayo de 2010. Mariela se da cuenta tres semanas después de que está embarazada. Nueve meses después tiene una hija a la que llama Luisa. Su amigo desaparece, sus papás la sacan de la escuela y la ponen a trabajar. Mariela se acuerda de las palabras de Luis, “el mundo se está yendo a la chingada”, pero cree que la única que se está yendo a la chingada, es ella.


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