3 de octubre de 2010

Ella

Ella se reía incontrolablemente de mí. Era bella, no he de negarlo, pero su risa me incomodaba. Mientras bajaba las escaleras que conducían a la biblioteca, la encontré de nuevo. Estaba dentro del espejo y después de intercambiar miradas, la risa comenzó; esta vez hasta llegar al llanto, a tirarse al piso, a jalarse el pelo, a gritar. No entendía que le podía causar tanta gracia en mi persona, incluso, no me parecía una risa graciosa, de esas que parecen que se ríen con uno. No, ella, se reía de mí.

Pasaron algunos días, y la volví a encontrar en el portal de aquella suntuosa biblioteca. Ella con un vestido caro y elegante, con tacones altos y peinado de salón. En el momento que me vió dijo que mi rostro reflejaba la torpeza del mundo y explotó en risas hasta que se tiró al piso, ensució el vestido, se deshizo el peinado de salón. Yo la observaba. Se levantó con gracia y entre risas me dijo que nunca llegaría a ninguna parte así.

Al regresar a casa, la volví a encontrar dentro del espejo. No pude evitar mirar esa sonrisa, que esta a punto de explotar en carcajada, en burla. Mientras le ponía una manta encima al espejo, su risotada se escuchó en toda la casa. Corrí y me envolví en una frazada, para no escucharla, para no verla, porque la odiaba. Me levanté del sillón, me apresuré hacia el ático y tomé un martillo para romper el espejo, pero ella escapó al siguiente espejo que encontró dentro de la casa. La perseguí, martillo en mano, y no sé si lo que quería era romper todos los espejos o matarla por fin. Sus carcajadas llenaban la casa, y solo me recordaba mis fracasos, mis errores, y lo que nunca había podido hacer. Después de romper todos los espejos en la casa, me detuve a llorar. Mis lágrimas y mi sollozo llenaban el lugar, cuando de pronto escuché una risita malintencionada, venía del recibidor.

Recordé aquel espejo pequeñito que mi abuela me había traído de Europa, y me acerqué. Esta vez con toda la determinación para matarla de un buen martillazo en el espejo, ya que sus burlas habían ido al límite.

Me detuve al ver la horrorizante escena frente a mí en el espejo:

Ella era yo.

2 comentarios:

  1. MUY INTERESANTE... EL FINAL ES ALGO ESPERADO PERO INTERESANTE, ME GUSTA COMO DESCRIBES A TU ALTEREGO... SIGUE POR ESTE CAMINO VAS BIEN..
    ANLLELUZ MICTLANTECUCHTLI...

    ResponderEliminar
  2. Me gusta y me gusta mucho. Los espejos que persiguen sin dar pasos. Una que otra falta de ortografía por ahí, entre todo lo bueno que es esto que nos compartes, pero no hay reclamo alguno. Un placer leerte. Saludos.
    Anónimo no, pero sí desconocido a pesar de la referencia del nombre. Omar.

    ResponderEliminar

say something nice