16 de febrero de 2012

Del pasado al presente

La fila del banco era enorme. Dentro de un cuarto pequeño estaban contenidas por lo menos unas sesenta y cinco personas. Había señoras obesas, hombres malolientes, niños corriendo y bebés llorando. Susana entró al banco. Normalmente mandaría a alguien, pero su asistente estaba enferma, y había que pagar cosas de carácter urgente.

Susana tomó asiento, sacó una hoja y comenzó a utilizarla como abanico. Su cabello era castaño claro, tenía mejillas rosadas, y ojos verdes. Parecía cansada, pero a nadie se le culpa de cansarse de esperar dentro de un banco. Después de cuarenta y siete minutos de espera, la mujer se levantó y corrió hacia la ventanilla. Sin fijarse, pisó una envoltura de una paleta babeada, que algún niño tiró mientras derramaba lágrimas de desesperación.

La chica cayó hacia atrás, y su tacón salió volando. Solamente pudo detenerse el vestido para no dar un espectáculo más grande. Cuando intentó levantarse, un hombre se acercó.

¿Puedo ayudarte?, le dijo, extendiendo su mano.
Gracias, estoy bien, contestó ella mientras la ayudaba a ponerse en pie. Él la miró fijamente a los ojos.

El hombre recogió el zapato de ella. Ella lo tomó. El turno del banco ya había pasado cuatro números.

Creo que necesitas ir al doctor o algo, ¿quieres que te lleve?
Estoy bien, de verdad, creo que solamente muy despeinada.

Los dos ríen.

Entonces, ¿qué te parece una taza de café?
Esta bien, dame unos minutos, voy a pagar...

Ella lo mira de lejos. Se le hace conocido pero no recuerda de donde. Le cuesta trabajo recordar. Mientras esta en la ventanilla voltea discretamente tratando de asociar su rostro a las múltiples escuelas y asociaciones a las que ha pertenecido. No encuentra ninguna respuesta.

***

Se encuentran en un deli. El muchacho es atractivo, de cabello crespo, ojos miel, y piel blanca. El escucha las historias de la muchacha con atención. De pronto se hace un silencio.

¿De verdad no me recuerdas, eh?, le dice él. Ella da un pequeño salto.
¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué no te acabo de conocer? Ella se pone en pie.
Calma, calmáte. Trata de tomarla por el brazo.
¡Déjame! ¡Pervertido! La chica sale corriendo ante la mirada de todos.

Él avienta un billete de alta denominación sobre la mesa, y sale corriendo detrás de la muchacha.

¡Susana! ¡Susana! , la chica va corriendo casi al final de la calle.

¡Letritas!

La chica se detiene en seco. Es como si un tren la hubiera golpeado. Ella voltea y pronuncia un nombre. Cae al piso desmayada.

Él corre hasta donde ella está, para auxiliarla. La levanta un poco y la pone entre sus brazos. Le quita el cabello de la cara.

Ella abre los ojos.

Claro que te recuerdo, le dice.

****

Susana duerme en una cama de la clínica estatal. Una vía intravenosa la sustenta con suero. Enfrente de ella hay un televisor que está apagado. Del lado izquierdo hay una ventana que da hacia una parte del bosque que todavía resguarda la poblada ciudad. A su lado hay una silla, y en la silla está sentado Román. Román lee un libro en japonés que tiene impreso el título en la portada 日没後.

Susana abre los ojos.

¿Román? ¿Eres Román?
Sí, soy yo. Él se le acerca y le acaricia la frente. La confianza que proyecta con la chica es profunda, a pesar que que no sabemos hace cuanto se conocen.
Ella sonríe. ¿Cómo...cuándo regresaste?
Tendremos mucho tiempo para platicar. Descansa. No me moveré de aquí.

(CONTINUARÁ)