27 de noviembre de 2014

Recuerdo

Deberíamos poner orquídeas en los pasillos y adornar con velas. Se vería mucho más bonito. Mejor, dejamos los crisantemos pero hay que combinarlos con un color más vivo. ¿Cuál te gusta?

Samuel estaba cansado. Era la octava vez que Mariela, su novia desde hacía un año cambiaba las flores.

-¡Samuel!
-Eh...no lo sé. Las que te gusten está bien.
-Siempre me dices lo mismo. No es posible que no apoyes en nada.
-Sí te apoyo.
-¿Sabes qué? Vamos a olvidar este asunto. Mejor no quiero flores.
-Lo que quieras está bien.
-¿Ves? ¡Me chocas!

Mariela salió corriendo de la pequeña cafeteria. Samuel tomó un último sorbo de café y pagó la cuenta.

-¿Día difícil?- le dijo una voz desde la otra mesa.
-¿Qué? Ah, sí. Ya sabes, los preparativos siempre son difíciles.
-¿Preparativos?
-Mmm...sí. Me voy a casar y la que salió corriendo es mi novia.
-Felicidades.

La voz que escuchaba desde la otra mesa, llevaba por nombre Elisa. Era una mujer alta, con el cabello rojizo y ojos oscuros. Cruzó la pierna sensualmente antes de continuar.

-Alguna vez pensé en casarme pero no era lo mío. ¿Sabes?
-Lo siento mucho.
-¿Por qué seguimos en mesas separadas?
-Jajaja. Lo siento, lo siento. ¿Me puedo unir?

Samuel se levantó hacia la mesa de Elisa. Pensó que era atractiva pero no podía hacer nada al respecto, tenía una novia enojada en casa y una boda que pagar. Esto último le amargaba el pensamiento ya que Mariela quería una boda estilo reyes de Inglaterra, mientras que él estaba contento con sólo hacer una reunión con sus más allegados.

-Entonces, ¿saliste corriendo del altar? -le dice Samuel en un tono coqueto.
-Jajaja. Algo así. No llegué a tanto. Devolví el anillo.
-¿Y ahora qué haces?
-Disfrutar la vida.
-Me gusta escuchar eso.

Elisa y Samuel platicaron durante horas. Ella le contó de cómo compró un boleto para recorrer el mundo. Las cosas que conoció en Vietnam y cómo le sorprendía todo en Japón. El color de las flores en París y la belleza de la arquitectura romana. Los platillos en Venecia y la brisa del mar en Ibiza. Samuel la escuchaba fascinado, pensando que él jamás había conocido ciertos rincones del mundo de los cuales Elisa le hablaba.

Samuel pensó en todas las cosas que Elisa le contó. Se la imaginaba disfrutando su momento en cada lugar. Pensó en la cara enojada de Mariela y entonces se atrevió a besar a Elisa.

El beso fue tierno y suave. Elisa se sentía atraída por Samuel. Intercambiaron números con el fin de volverse a ver.

Eso nunca sucedió, pero Samuel todavía piensa en Elisa en las noches antes de quedarse dormido al lado de Mariela.