12 de junio de 2010

La mujer y su imagen

Mi única ambición es llegara escribir un día, más o menos bien, más o menos mal, pero como una mujer. (…) Pues entiendo que una mujer no puede aliviarse de sus sentimientos y pensamientos en un estilo masculino del mismo modo que no puede hablar con voz de hombre.
Victoria Ocampo, Cartas a Virginia Woolf


Rosario Castellanos, nos presenta una teoría sobre la imagen de la mujer, un mito. El mito de la mujer según Beauvoir está sostenido por el hombre ya que “el (hombre) convierte a lo femenino en un receptáculo de estados de ánimo contradictorios y lo coloca en un más allá en el que se nos muestra una figura, si bien variable en sus formas, monótona en su significado. Y el proceso mitificador, que es acumulativo, alcanza a cubrir sus invenciones de una densidad tan opaca; las aloja en niveles tan profundos de la conciencia y en estratos tan remotos del pasado que impide la contemplación libre y directa del objeto, el conocimiento claro del ser que ha sustituido y usurpado.” En esta declaración la autora nos presenta una verdad que ha permanecido callada hasta ahora, la de la mujer que debe llenar cada estereotipo que le marca la sociedad, es decir, si una mujer desea ser tratada como “decente”, “ramera”, “esposa”, “amante”, “sumisa”, etc. Desde pequeñas son educadas de acuerdo al papel que tendrán que hacer a la perfección cuando crezcan, ya sea de madre o de esposa, la mayoría de las mujeres se abandonan a sí mismas. Octavio Paz en el “Laberinto de la Soledad” nos dice que las mujeres no crean estos arquetipos sino que ellas sólo los llenan y ése es un problema ya que ellas no son creadoras de su destino, sino que se sujetan a los diversos cánones y normas ya establecidos.

En “La mujer y su imagen” Rosario Castellanos nos presenta el escenario en el que se desarrolla la mujer: transformado y hecho por el hombre, donde las féminas juegan un rol pasivo y dependiente. Hace críticas fuertes a la condición socialmente aceptada de la mujer e incluso lo trata con un aire de ironía cuando dice:
“No todas tienen la etérea condición que les supone. (…) Sexo débil, por fin, la mujer es incapaz de recoger un pañuelo que se le cae, de reabrir un libro que se le cierra, de descorrer los visillos de la ventana al través de la cual contempla al mundo. Su energía se le agota en mostrarse a los ojos del varón que aplaude la cintura de avispa, (…) la palidez que revela a un alma suspirante por el cielo, el desmayo de quien no soporta el contacto con los hechos brutales de lo cotidiano. Las uñas largas impiden el uso de las manos en el trabajo. (…) El viento, que desordena los rizos, que irrita los ojos, que arremolina la ropa.”

En este pasaje de su ensayo Castellanos nos muestra la imagen que muchas mujeres proyectan atraer a los hombres. La mujer desvalida que no puede hacer nada si no tiene a un hombre al lado que sea su salvador. Más adelante hace una comparación de la mujer con el concepto de “el hada del hogar” dechado en el que toda criatura femenina debe aspirar a convertirse que menciona Virginia Woolf y que Rosario, mencionaría también en su “Lección de Cocina” en donde claramente observamos cómo experimenta un cambio en la concepción de sus ideas en donde podemos ver cómo sobrelleva el hecho de pertenecerle a alguien más. En “Lección de Cocina” ella añora arreglarse y salir por la calle, esperando a ser abordada por un hombre maduro. Sin embargo, le advierte fuertemente a “este hombre” que ella es propiedad de un marido muy celoso, esperando a que él se aleje. Aunque, si por alguna razón pudiera llevar sus aventuras carnales a cabo, quisiera que a la hora de la despedida o la decepción ella no sintiera y que no le doliera, a diferencia de lo que tendría que ser en otro momento, en el cual ella debería de llorar y lamentarse por el desprendimiento de su hombre.
Desde el punto de vista estético, Rosario Castellanos menciona la visión que la sociedad tiene de la mujer como un objeto bello que sólo debe de preocuparse por su persona y su macho, ya que es lo único que se admira de ella. No tiene participación en el estudio, la política y la religión (en el aspecto mítico de lo que es la mujer). En el ámbito ético, la mujer no tiene por qué actuar en forma impulsiva, sólo debe de cumplir la función de un ser que debe obedecer a otra persona de la misma forma en el aspecto intelectual la mujer no puede pensar “Un cráneo pequeño encierra un cerebro pequeño y el cráneo de la mujer es minúsculo. No solo el peso y el volumen son menores si los compramos con el cerebro masculino.” Esta no es la única manera en que la fisonomía de la mujer es atacada al paso de los años. Octavio Paz en “Máscaras Mexicanas” nos dice que la mujer tiene una constitución física abierta y que por esa herida que nunca cierra, la mujer no es respetada ni puede ser alguien de confianza, ya que entre hombres el chiste es no rajarse, y la mujer es “rajada” de nacimiento. La fatalidad de su anatomía abierta la hace inferior, ya que al entregarse se abre, lo cual significa una debilidad y una traición.

Rosario contempla desde un punto fuera de la lectura el modo en el que la mujer ha sido creada, moldeada y manipulada por el hombre. Es impactante la forma en la que ella va describiendo su matrimonio comparado con lo que sería una receta de cocina. Cuenta cómo se ha ido convirtiendo en aquella mujer que debe ser al lado de un hombre, a pesar, de no poder acostumbrarse a su nuevo nombre, a la nueva vida que ella no eligió. Después de un encuentro con su marido, Rosario reflexiona, “prefiero creer que lo que me une a él es algo tan fácil de borrar como una secreción y no tan terrible como un sacramento”.

Rosario propone que la mujer sea más veraz, más auténtica con ella misma y que luche por sus ideales, aunque hay en su ensayo “Lección de Cocina” una frase que nos deja pensando si ella misma está a punto de rendirse a los cánones sociales y culturales de la sociedad cuando dice “he de mantener la casa impecable, la ropa lista, el ritmo de la alimentación infalible. Pero (…) no se me concede un día libre a la semana, no puedo cambiar de amo.”
Más adelante comenta de su papel de dama de sociedad (lo que ella criticaba en “La mujer y su imagen”) y cómo gasta sus ratos de ocio en ciertas actividades que le corresponden a un ama de casa sumisa y fiel.


Sobre "La Mujer y su imagen" y "Lecciones de Cocina" de Rosario Castellanos

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